Julito quería ir a los toros.
Julito es el hijo de Julio. Tiene cinco años y el domingo por la tarde en casa estuvo viendo la corrida de rejones por televisión. Le gustó tanto lo que estaba viendo que le pidió al padre que por favor lo lleváse a la plaza. Así que el padre, ante la insistencia del niño y a sabiendas que del festejo poco quedaba por ver, bajó las escaleras de la casa y se echó con él a la calle rumbo al Coso de La Alameda.
Efectivamente, la plaza cerrada a cal y canto y dentro continuaba el festejo con la lidia del quinto toro. Julio padre intentó ver si precisamente por lo poco que quedaba de corrida en la entrada le permitirían pasar al interior y que su hijo pudiera ver in situ lo que momentos antes veía por la televisión de su casa. No se lo permitieron.
Aún así y dada la insistencia del niño, pensando ante todo en su felicidad se acercó a las taquillas con el ánimo de hacerse con una entrada a sabiendas que no tenía mucho sentido pagar para ver un sólo toro lo mismo que si fueras a ver lo seis. Pero lo dicho, él quería cumplir con su hijo.
Tampoco. Se negaron a venderle la entrada y al final Julito se quedó sin ver en directo la corrida de rejones que una hora antes podía ver por televisión el domingo.
Un domingo en que no le pidió a su padre bajar a la feria a montar en los ponis, sino ir a la plaza de toros.
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