Con lo del Plan Bolonia la que se avecina es gorda, bastante gorda. A mí por suerte quizás no me pille, o al menos eso creo.
Hace cosa de dos semanas los estudiantes se arrojaron a la calle para protestar y manifestarse. A mí aquel día me pilló en Sevilla, asistiendo al Seminario de Tauromaquia y Nuevas Tecnologías.
Inscritos en el Seminario...unas setenta personas, lo cual no quiere decir que verdaderamente todas estuvieran interesadas, las cosas como son.
Y en la segunda jornada, al salir al mediodía del salón de carteles de la Maestranza, dirigiéndonos por el Paseo de Colón hacia la Puerta de Jerez en busca de darle trámite al estómago nos topamos con la manifestación en contra del Plan Bolonia. No nos involucramos, porque la verdad, toda una mañana sentados...a esas horas pensábamos más con el estómago que con la cabeza.
Aquella comitiva se supone era un reflejo de una parte de la juventud de hoy: la que sueña con un futuro mejor, la que quiere que le escuche, la que lucha por lo que quiere...como debe ser.
Llevando un camino invertido muchos de los que se manifestaban nos lanzaban unas miradas francamente chungas, y en una de esas a modo de proyectil vino a parar hacia donde nosotros estábamos una naranja de un tamaño importante. Por suerte no hubo que lamentar ni brechas, ni chichones, ni lamparones. Tampoco estropicio material alguno.
El caso es ese, que alguno de los que se manifestaron, lo hicieron pacíficamente. Y luego resulta que los violentos somos nosotros, los que veníamos de La Maestranza.
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