lunes, octubre 19, 2009

El toro de Talavante.


Plaza de Toros de Jaén. Coso de La Alameda.
Media plaza en tarde agradable.

Seis toros de “El Vellosino”. Bien presentados en general, de desigual juego, sobresaliendo especialmente el tercero.

Julián López “El Juli” (verde botella y oro) oreja y oreja
Miguel Ángel Perera (Azul noche y oro) oreja y palmas tras aviso
Alejandro Talavante (carmesí y oro) ovación y dos orejas.

El tercero fue el toro de la tarde. Le tocó en suerte a Talavante y aunque no fuera precisamente al que le cortó las dos orejas, verdaderamente fue el toro de la tarde, y realmente de toda la feria.
  El pacense se marchó cerquita de las tablas del tendido ocho y ahí, entre las rayas del tercio y las tablas citó a “Tiburonito”, que de lejos se arrancó para pasar bajo la muleta en el inicio por estatuarios y tras varios de ellos, tragarse una retahíla de muletazos por el derecho que lo menos fueron seis o siete seguidos. Un comienzo de faena muy intenso y es que ese toro era ver puesta la muleta y para allá que se iba el toro.
  Talavante toreó despacio, muy despacio, y muy templado. Sorprendió y sobre todo gustó. Sacó mucho partido al toro, le exigió demasiado en las primeras tandas y lógicamente en el último tranco, una vez que habían sonado las últimas notas del pasodoble “El Vito”, el toro lo acusó. Pinchó con la espada y se le fue un triunfo gordo. No obstante ahí quedó la faena.
  El sexto fue otra cuestión y Talavante fue fiel a su estilo, fiel a la quietud. Al toro, que tenía como mayor virtud la prontitud, le hizo una faena muy sui géneris, variado, creativo y resolutivo, especialmente quieto. Las bernardinas que pusieron el fin a su labor volvieron a levantar el ánimo del personal de la plaza de Jaén, que desde hace ya unos años mantiene un idilio con el torero de Badajoz. Cierto es.
  Otro de Badajoz, Miguel Ángel Perera, era uno de los principales atractivos del ciclo de San Lucas habida cuenta que con esta actuación por fin hacía su presentación Perera en Jaén a quien se le venía esperando con ilusión. Planteó pelea al primero suyo, con el que al igual que su paisano anduvo muy quieto y valeroso, un toro noblón pero flojuno. El otro fue un regalito, no precisamente por peligroso, sino por manso ya que el toro andaba buscando continuamente rajarse, marcharse a las tablas y quitarse de en medio. Había que dejarle la muleta puesta siempre, no quitársela nunca, pues sino, lo dicho: el toro se marchama para las tablas. Pinchó en dos ocasiones y recibió un aviso. Se marchó a pie pero verdaderamente mereció bastante más.
  “El Juli” ,que abría plaza, cortó una y una, con facilidad. Su labor careció de la intensidad que tuvieron las faenas de sus compañeros de terna. Sus toros, le permitían estar ahí, aunque bien es cierto que al cuarto había que hacerle bien las cosas. A ese le pegó un soberbio estoconazo.

1 comentario:

risoto dijo...

Y si hubiese tenido medida con ese segundo toro?